“Viajando se conoce gente” es mucho más que una frase hecha. Es la verdad de todos los que hemos  emigrado de un país a otro, en este caso de un mundo “en desarrollo” a otro  “desarrollado”.

Mi nombre es Carolina Enríquez Novelli; hace cinco años hice las maletas con mis dos hijas y mi esposo, que fue trasladado por motivos profesionales, y abandonamos Asunción, en Paraguay, para instalarnos en Estados Unidos. Hasta ese momento, “Norteamérica” era para nosotros una vaga desmesura, que oscilaba entre el ejemplo de eficiencia y las ilusiones de Hollywood: ese sitio del cual los países de Sudamérica copiaban modelos de vida y trabajo con resultados bastante difusos.

Pero resulta que un día desembarcamos, nos instalamos y nos pusimos a trabajar aquí, en América del Norte. Entonces hubo que ampliar la frase: “Viajando se conoce gente. Y se descubren proyectos. Y también se sacrifican otros”.

Junto a todo lo que yo había guardado en el equipaje, al dejar mi tierra me llevé conmigo  la certeza  de que no podría ejercer como profesora, tan lejos y en otro idioma: un hecho que, en cualquier caso, obedecía a una elección personal. Pero  también cargue con otra frustración, algo más incómoda, durante mucho tiempo, con otras maestras, profesores y padres de nuestra comunidad educativa, con la ayuda de investigadores del Departamento de Literatura de la Universidad, habíamos desarrollado un proyecto de estímulo a la lectura. La idea era abrir una puerta de crecimiento personal para los estudiantes, con una divulgación de valores, y actuar para prevenir los comportamientos depresivos y las adicciones que sufre nuestra juventud debido a las crisis económicas, la desigualdad social y el fracaso de sus expectativas. Aquello sonaba ambicioso pero era viable y muy práctico. 

Recuerdo que, una vez terminado el proyecto, acudimos a otros especialistas para elaborar un presupuesto, con el fin de garantizar que la idea pudiera llevarse a cabo. Así detallamos la forma, el contenido, la estrategia, y los recursos humanos y materiales que hacían falta. 

El final del sueño fue la frase de un funcionario de la Administración, que recibió nuestro dossier en el pasillo, sin hacernos entrar a su fastuoso despacho: este sujeto nos negó rotundamente cualquier posibilidad y se marchó, precedido por el taconeo de su secretaria. 

-¡Estamos viviendo una crisis extrema; por eso no se le puede conceder espacio a las cuestiones de Cultura y Educación! –las palabras oficiales rebotaron en las paredes del pasillo.

A aquel funcionario se lo llevó su limusina y, un poco más tarde, se lo llevó también la historia política del país, que siempre continúa renovando nombres e intenciones, como ocurre en cualquier sitio. 

Nuestro querido proyecto no había podido ver la luz, y yo había emigrado.

Aquí en Filadelfia, donde residimos actualmente, me sucedió esto que ahora deseo compartir:

En el nuevo colegio de mis hijas, me llegó una noticia llamativa: iba a implementarse un Programa de Estímulo, que contaba con el aval del gobierno. El proyecto articulaba Psicología, Pedagogía, Sociología, y Literatura, y consistía en acercar a los alumnos una serie de obras literarias, paulatinamente, para que ellos aprendieran a detectar valores y asociarlos con puntos fuertes de su propia personalidad. De esta forma buscaban ayudarles a conocerse  y a valorarse mejor.

Según pude saber, todo nació por iniciativa de Martín Seligman, un psicólogo  de la Universidad de Pensylvania, y las primeras obras con las que iban a trabajar los estudiantes para mejorar su bienestar emocional, no eran historias precisamente alegres: figuraban en esta lista “Romeo y Julieta” o “Antígona”, por ejemplo, que eran de tendencia más bien trágica. 

¿Cómo podría esto prevenir la depresión en los adolescentes? Sencillo: ¡Estimulándolos a buscar herramientas para enfrentarse a los desafíos de la vida! 

Coraje, prudencia, optimismo, compasión… son rasgos personales que se encuentran en muchos de los héroes y que cada joven puede rastrear en su propio carácter. Leyendo a Homero, por ejemplo, los alumnos podrían identificar puntos fuertes en la personalidad de Ulises, y apreciar el ingenio, la creatividad, la capacidad de adaptación frente a los fenómenos hostiles, gracias a los cuales este personaje pudo sortear con éxito la “Odisea” que protagonizó. 

Los objetivos del plan que estoy describiendo no se dirigen a sectores determinados; más bien intentan “equipar” a todos los niños con mecanismos de defensa ante la crisis: se considera que los jóvenes más hábiles para ver los problemas desde múltiples perspectivas son quienes exhiben más facilidad para resolverlos, y reaccionan mejor después de una situación traumática.

En resumen: “Norteamérica” asumió que las adicciones, los suicidios, los fracasos laborales, las crisis empresariales, los naufragios económicos, y ciertos comportamientos autodestructivos, pueden prevenirse si se fomentan desde temprano asuntos tan básicos como el humor, la generosidad, el hábito de la comunicación, la capacidad de perdonar, los rasgos creativos, la vocación solidaria y el espíritu emprendedor. Todo eso está escrito. En la mejor literatura, sin ir más lejos. 

Está muy claro: la capital mundial del pragmatismo comienza a prevenir sus crisis  mediante iniciativas de acción cultural. 

Yo reviso estos presuntos “hallazgos” y evoco aquel programa educativo que forjamos en mi país, y que un funcionario semi-analfabeto rechazó, argumentando emergencia nacional. 

América del Sur importa innumerables modelos que fracasan, pagando precios elevadísimos: yo sueño con que alguna vez copie formas de valoraciones eficaces y positivas, como este programa de Filadelfia. Es triste, eso sí, el tiempo perdido: hubiésemos ganado años, porque los docentes de Asunción, hace mucho, fueron capaces de elaborar un proyecto original tan bueno como el que conocí al mudarme.

Ahora le doy vueltas a la nostalgia, y pongo también patas arriba la frase que nos arrojó el hombre del pasillo: 

“Estamos viviendo una crisis extrema; por eso no se le puede conceder espacio a las cuestiones de Cultura y Educación”, había sentenciado.

Hoy la emergencia continúa en muchas zonas de nuestra querida Latinoamérica, y me parece que es más justo escribirlo así:

“No se les concede espacio a las cuestiones de Cultura y Educación; por eso estamos viviendo una crisis extrema”. 

Sé muy bien que es injusto opinar desde esta posición privilegiada. El año que viene, cuando nuestra familia vuelva a casa y yo esté en mi querido colegio dando clase, recuperaré la voz de mi antigua esperanza y me pondré manos a la obra.

Mientras tanto les envío este relato, por si quieren incluirlo en su libro, para que alguien lo lea y sienta que viaja, conoce gente, gana desafíos y resuelve emergencias antes de que se produzcan.

Créanme: leer es un buen comienzo. 

Texto original de Carolina Enríquez Novelli.

“RECUERDA: LO LEISTE PRIMERO EN PULSO PYME”

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* Nota editorial:

Estimada  Carolina: Si por casualidad te enteras que hemos reproducido tu relato, ponte en contacto con nosotros. Saludos y gracias por colaborar con PULSO PYME.

Transcripción autorizada por la editorial EDIBA S.R.L. exclusivamente para PULSO PYME. Para más detalles y materiales visitar: www.ediba.com  

Bibliografía:

EDGARDO ARIEL EPHERRA  y  ADRIAN BALAJOVSKY. Un recreo para el corazón. Obras Maestras. Historias, anécdotas,  conversaciones y testimonios. Narrados por docentes para entibiar el alma, sonreír y seguir creciendo. Editorial EDIBA. Argentina,  Bahía Blanca. 2004. Pp.: 79 – 83.

 

Fotos: Cortesía de  PIXABAY.