Tengo frente a mí uno de los libros clásicos de la literatura universal del afamado autor Carlos (Charles) Dickens: “David Copperfield”, el cual estoy leyendo con gusto y mucha dedicación.

Pero, antes de seguir, una importante aclaración para los que no leen tanto por estos rumbos, el libro no trata sobre magia. Repito, es un clásico. Aunque, pensándolo mejor, puede ser que sí sea mágico…

CHARLES DICKENSNo, no lo he terminado de leer todavía, pero ya me falta menos. Saben, voy a eso de las tres cuartas partes del mismo, ya que está un poco difícil de leer por dos importantes razones. La primera, y coincido con lo que me dijo mí buen amigo Jorge Pineda, como el libro es viejo y está deshojándose, como si fuera un mazo de cartas, pues se complica su lectura mucho, sobre todo en la parte de detenerlo para su lectura. La segunda, en algunas partes la lectura ésta, está un poco complicada, ya que el autor emplea un estilo bastante interesante de escribir, porque se brinca de un lado para otro en su narrativa de los eventos. Me indica además el mencionado amigo arriba, cuando lo discutimos, que Dickens fue uno de los primeros en hacerlo así en sus escritos. Por eso se le considera un precursor de tal técnica. ¿¿Qué…??

Por favor, ¡al grano…!

Me pareció tan interesante un párrafo en el libro en cuestión, el cual les reescribiré y citaré a continuación, ya que detuve en seco mí lectura para compartirlo con ustedes, nuestros importantes lectores:

“No me parece propio de mi hacer constar (aunque este manuscrito no esté destinado a otros ojos que los míos) cuán duramente trabajé en aquella tremenda taquigrafía y en todo lo que se relacionaba con ella, por mi sentido de responsabilidad hacia Dora y hacia sus tías. Sólo añadiré a lo que ya he escrito sobre mí perseverancia en aquella época de mí vida y sobre la paciente y continua energía que entonces empezó a madurar en mí, y que yo sé que es la parte más fuerte de mí carácter –si es que tengo alguna fuerza-, que ahí, mirando hacia atrás, es donde encuentro el origen de mis éxitos. He sido muy afortunado en las cosas materiales; muchos hombres han trabajado más duramente que yo y no han conseguido la mitad de mis éxitos; pero nunca podría haber hecho lo que he hecho sin los hábitos de puntualidad, orden y diligencia que adquirí entonces. Y acaso mí único mérito esté en que todo lo que me he propuesto hacer en la vida, he tratado con todo mí corazón de hacerlo bien; que cualquier cosa a que me he dedicado, fuese la que fuere, me he consagrado a ella completamente; que tanto en los grandes intentos como en los pequeños, he sido siempre muy serio. A estas alturas, veo que las reglas de oro de mí conducta han sido:
• No poner mano en nada a que no pudiese dedicarme por entero.
• No mostrar desprecio a mí trabajo, cualquiera que éste fuera.

Espero que lo anterior les merezca alguna reflexión y aprendizaje. A mí, en lo particular, me lo han dado.

Nota, si quieren encontrar la cita mencionada recientemente, ésta está en: Carlos Dickens. “David Copperfield”. Biblioteca Billiken. Editorial Atlantida. Buenos Aires. 1970. PP.: (284-285).

Dr. Jacobo Neuman Praes.
Director y Editor General.